TEXTOS
APUNTES
Sirvan estas breves líneas a modo de apuntes para presentar a mi padre, donde se muestra la obra del pintor José Cortés Bailén, nacido en nuestra capital allá por el año 1930.
Han recopilado y seleccionado obras desde 1949 hasta la producción más reciente de los últimos años en los que nuestro pintor sigue en continua actividad.
Espero sea el comienzo de un conocimiento más amplio de su obra y el memento de un artista plástico, pintor regio y personalísimo de nuestro Jaén. Además del barniz que impone el tiempo y el amarilleo de las antiguas páginas de la historia de la plástica de Jaén se desempolven sus obras situadas en la intimidad, en estantes recónditos del estudio, para que la luz que un día las generaron incidan de nuevo descubriendo y desvelando por fin sus pinceladas amplias, sueltas, sus colores puros en gruesos empastes, que fueron modernas en un Jaén antiguo pobre de cultura y sirvan al contemplador menos entendido y al más adentrado en la pintura-pintura para un deleite de la memoria, ahora qué estas obras están aún vigentes y frescas desde la perspectiva del ahora de un Jaén que debe ser referente cultural.
Sólo decir por último que desde este momento será necesaria una mayor y exhaustiva catalogación de la obra de José Cortés para una futura exposición que recoja sus 60 años de intenso trabajo, para lo que pido colaboración y ayuda a Instituciones, personas que posean obra, además de interesadas en dar el justo reconocimiento.
"Esta palabras se las dedica su hijo Gaspar Cortés Zarrías, con motivo de su última exposición "retropectiva" en la Sala Maestra de Jaén en 2008".
JOSÉ CORTÉS, FORMAS Y RECUERDO
Han pasado muchos años desde que la figura de José Cortés (Jaén,1930) tuvo gran significado para mí; sin embargo, el hombre sigue estando conmigo y su pintura es recuerdo muy grato que revive con esta muestra panorámica de su pintura a la que deseo acompañar con estas notas que su hijo, amigo y compañero en no pocos menesteres artísticos, me confía.
Sí, el Jaén de mi primera formación acude a la memoria deshabitado de inquietudes artísticas: no había Museo, ni existía lugar donde poder educar la mirada, ni, por decirlo con palabras de Jean Clair, de remansarla a través de esa observación que hace de la contemplación un modo de cultura cuya fuente procede del entendimiento de personas y cosas: amamos lo que conocemos que decía el gran Leonardo. Sólo la Catedral y su Sagrario, en el interior de su majestuosa fábrica, ofrecía las excelentes piezas que figuran en alguna de sus capillas y en las salas de su museo. La pintura más cercana quedaba reducida a los cuadros colgados en las paredes laterales de la escalera principal del Ayuntamiento y en el pasillo que conducía el despacho del alcalde -hoy en el Museo de Jaén- alguno verdaderamente espléndido, como es la tela firmada por Daniel Vázquez Díaz: única mirada afín a la pintura europea posterior al impresionismo que pudimos ver en el Jaén de posguerra.
De cuando en cuando, se celebraban exposiciones de paisajitos bastante
banales que distraían la mirada de cualquier acercamiento a los
valores plásticos que, con asomadas y conceptos muy desiguales,
acercaban cada año los concursos de la feria de octubre. Había
exposición en las salas de la Real Sociedad Económica
de Amigos del País, casi siempre durante las fiestas (ferias y
Semana Santa), y otras en el Casino de Artesanos, Círculo La Peña.
Por lo demás, el curso académico
lograba reunirnos en torno a las aulas de la Escuela de Artes y Oficios
caldeadas por estufas de hierro colado alimentadas por un bedel para aliviarnos
del frío hiriente que solía acompañar los inviernos
del primer lustro de los cincuenta, en los que, en la clase de dibujo
atendida por don Pablo Martín del Castillo, conocí a José Cortés
y admiré su serenidad y su destreza dibujística.
Por aquellas calendas, José Cortés ya era el hombre callado
que ha sido siempre y el ejemplar alumno de particular mirada que, de
algún modo, sirvió de gozne entre las primeras promociones
de posguerra, a la sazón en las Escuelas Superiores de Bellas
Artes, y mi generación:
con Francisco Cerezo establecido en la ciudad como restaurador y pintor,
Eloy Ingrain, Rafael Ortega, Luis Orihuela... en la Escuela Superior de
San Fernando, de donde en tiempo de vacaciones nos traían referencias
estimulantes, Cortés era un referente para quienes decidimos transitar
por el camino de la pintura y, en el entorno de Artes y Oficios, el alumno
más estimado por don Pablo Martín del Castillo, excelente
dibujante y, desde Nogué a nuestros días, el mejor profesor
de dibujo que ha tenido el centro. En efecto,
José Nogué llegó al centro en 1924 decidido a cambiar
su trayectoria, incluida el fermento de Escuela Industrial por una pedagogía
acorde con el espíritu del llamado "Plan del 10", concebido
para completar la formación artística de los artesanos y
robustecer el aprendizaje de quienes deseasen realizar estudios
de Bellas Artes, cuyo espíritu continuó Martín del
Castillo con impagable dedicación,como
así lo testifica la Segunda Medalla una otorgada al centro en
el Certamen Nacional de Artes y Oficios celebrado en Valencia en 1955,
obteniendo la Primera la Escuela de la ciudad anfitriona. Reparo en ello
con el propósito de recordar las magníficas obras (proyectos
de vidriera, de mosaico, dibujos, escultura...) realizados por los profesores
Martín del Castillo y Rubio Vernia, a la sazón Director,
y las estupendas tintas lavadas de Francisco Espinar) con las que concurrió el
centro de Jaén, en las que, en algún caso, auxilió Cortés
a Martín del Castillo como inicio de una clase de mosaico subvencionada
por la Diputación Provincial, para la que fueron propuestos, el
arquitecto José Giménez Guinea como profesor, y José Cortés
como profesor ayudante.
EN EL PAISAJE
Es de razón tener en cuenta la enseñanza de ambos profesores: Martín del Castillo, por su dominio del dibujo y por el esmero que puso en transmitírselo a sus alumnos; Nogué Masó, por fomentar una sensibilidad artística que no había en la ciudad y por despertar el interés por la pintura de paisaje, especialidad por la que había sido pensionado a la Academia Española en Roma. A mi ver, en ambas enseñanzas se apoya la sensibilidad de José Cortés Bailén quien, sin soslayar la enseñanza de don Pablo Martín del Castillo, se incorporó a la corriente paisajística despertada por Nogué, bien que con un modo de percepción acorde a la plástica del momento, aunque sin abolir la constante de la mirada romántica del siglo XIX quebrada con la disolución de las formas entendidas como santuarios cerrados a la naturaleza a los que Mark Rothko parece echar la llave con la acuarela Landscape with Moutaine (Paisaje con montaña).
Sin embargo, no obstante las superficiales apariencias, los dominios del paisaje seguían abiertos a la sensibilidad moderna: en 1972, el profesor Rober Rosenblum desvelaba en la Universidad de Oxford su teoría, anunciando que la mirada de paisaje de tradición romántica no se había agotado. Ciertamente, después de las disoluciones del expresionismo abstracto y paralelas a ella se había desarrollado una vertiente de paisaje cuya andadura puede ser considerada a partir de artistas como los alemanes Gerhard Ricchter (1932) y Anselm Kiefer (1945), cuya evolución enlaza con el concepto de mirada actual dentro de cuya heterodoxia caben parejamente diferentes modos que no modas.
Por consiguiente, si la concepción del paisaje cultivado por alguno de los miembros del Grupo "Jaén" de pintores, tuvo la intención de alejarse del paisajismo efectista, romper con la constante del Nacional Informalismo y con la figuración del muralismo moralizante y retórico sostenido por instancias oficiales, la mirada de José Cortés puede servirnos de gozne entre la mirada de José Nogué (trasformada por Rufino Martos y en algún caso empobrecida y seriada por algún plástico local) y el espíritu del paisajismo ético posterior a su generación , más tarde abierto a horizontes cálidos y ensimismados con cada una de las miradas que, como estados testimoniales de libertad plástica, van decidiendo cómo contemplarlo, admirarlo y, ¡cómo no! lamentar la amenaza de su ruina, por que ha de saberse que el paisaje, lejos de la otrora clasificación de géneros, es una forma de pensamiento sólo rechazada por el campesino y, por el pedante del lugar.
Por consiguiente, la andadura de José Cortés, lejos de quedar anclada en pasado del paisaje como podía pensarse, transitó por el corto itinerario del Grupo "Jaén" y se mantuvo alerta a la dinámica plástica, cuyo interés tiene que ver con su grado de bondad, al margen de su mayor o menor aprovechamiento de los recursos icónicos.
Siguiendo la constante que testifica su modo de pintar y fiel a la poética de sus principios pictóricos perceptibles en el autorretrato y en naturalezas muertas de idéntica fecha, José Cortés nos acerca en esta muestra una constante de su pintura en la que domina el paisaje ayudado por ciertas sensaciones procedentes de ciertas mixturas de materiales y sus consiguientes texturas en las que a mi ver se puede seguir el hilo conductor de la sensibilidad nunca desvanecido, en el que alternan soledades del país traducidas a paisaje junto a panorámicas de la ciudad entreveradas de figuras que recorren el lugar representado. Al cabo, paisajes de prioridad y sensación planimétrica, ordenados mediante una policromía de grises, verdes y ocres en el que los colores cálidos suele adquirir cierto protagonismo, en tanto que las formas sugieren más que definen el objeto o la parte de naturaleza referenciados en las virtuales representaciones. Paisajes, en fin, una y otra vez pintados en los que la tensión del momento los hace diferentes en tanto que distintas las sensaciones del pintor. Paisajes o bodegones ¿Qué más da?, los unos o los otros están unificados por una voz de pintor que, desde su parcial autodidactismo, ha alcanzado su propia temperatura plástica que, de algún modo, si deseásemos parcelar su raíz iconográfica, deberíamos clasificar en los tres grupos dominantes que obedecen a miradas al campo, a la ciudad y a composiciones derivadas de la llamada naturaleza muerta que tanto tiene que ver con los orígenes de la sania.
Sin embargo, aunque es cierto que todo Cortés es uno, cabe marcar un propósito de cambio entre el Cortés que contemplé en mis inicios de pintor y el posterior, cuyos inicios mantienen una constante desde el primer lustro de los años sesenta del pasado siglo. A mi modo de ver, aquel Cortés inicial mantenía una mirada más analítica, más dada a detenerse ante el modelo, así el autorretrato y el bodegón aludidos más arriba, formas quietas y remansadas de un caldero de cobre en sabia convivencia con uvas y manzanas, todo ello atendido con mimo y finura pictórica en el que, como en el autorretrato, domina el estudio de sus luces. Obras, en fin, en las que ya aparece la sensibilidad del José Cortés gustador de texturas: fondos previamente tratados, sobre los que mediante sinuosa y arrastrada pincelación, improntas de pincel o aplastamientos de espátula, dejan ver la trasparencia de sus fondos, en ocasiones, teñidos de rojos, como parte de un fondo que, por lo demás, forma parte de la poética y la estética del artista en ese tránsito que va de las formas a su recuerdo.
Miguel
Viribay es pintor y crítico de arte.